Javier Julián Enríquez

La irreversibilidad de la vida humana

Destino, sumo piadoso

árbitro y hado de mi vida,

estos lamentos míos graves,

lágrimas suaves y dolientes,

de aire articulado, son voces

de sangre, y sangre del alma.

Cuando hacia atrás andado miro

mi camino, ningún camino

trazado previamente existe,

son huellas de mi vida errante,

en una tabla poco fuerte

de la bebida agonía, que

quiso ser en aquel extremo

ella el forzado y su guadaña

el remo, barco de la muerte.

Moderando los extremos de

fausto y miseria, de mi breve

islote lo más agradable

que se determina, ocupa

su fortuna y mi humilde albergue.

Tampoco vida cortesana

dominada por la lujuria,

en fingida gruta de jardín

oculto, quisiera en mi vida,

lluvia improvisa de cristales

inciertos, de aparente seña.