Dos o tres mujeres amé,
(espero que no en vano)
en una eterna tarde que,
repetida y en secreto,
desgastaba este agobiado cuerpo.
Perseguí el aroma
de una sombra en su sombra
por calles empedradas y estrechas
bajo los aleros de las casas de tapia.
¿Qué encontré en su beso?,
hoy me pregunto,
quizá una vana promesa;
jugar a las escondidas
con una luciérnaga entre miles
de estelas brillantes
en el aire titilante de los días.
Vacías hoy las manos
de aquella luz inocente
nacida de la soledad arcaica
y de la decidida esperanza.