Miran con ojos vacíos de sentido,
mas hablan de amor con lengua de acero,
sus manos, que juran ser cuna y abrigo,
empujan al débil al fango sincero.
Ríen de sus triunfos, de falsos honores,
alzando estandartes de gloria robada,
pero en el fondo, son sólo traidores,
esclavos de un alma ya corrompida.
Predican virtudes con voces de viento,
mientras sus acciones te escupen al paso,
¿Dónde está el honor en tanto desierto?
La verdad se pierde bajo cada lazo.
Aplauden la sombra, temen la luz,
su miedo a la vida es un eco en sus venas,
¿Quién les enseñó a huir de su cruz,
a vivir encerrados en sus propias cadenas?
El juicio en sus labios, la daga en su pecho,
se juzgan perfectos, impunes, divinos,
pero el espejo les niega el derecho,
pues son lo que odian: viles y mezquinos.
Caminan en círculos, mueren por dentro,
viven en farsa, sin rumbo, sin fe,
y yo, que los miro, me alejo en silencio,
pues no quiero ser lo que el mundo me dé.