A orillas del rio
tu rostro se refleja
entre el agua cristalina
y las piedras gastadas
tus manos no pueden alcanzar
una flor silvestre hundida.
La realidad
un juego de espejos,
movido por tahúres invisibles
como vientos de tormenta
quiebran las ramas
de su verdad.
Atrapados
en reflejos artificiales
como relámpagos de invierno.
Resquebrajados como heridas
en los muros del tiempo
se escribe la historia
en túneles sombríos
ahí la primavera nunca florece.
Seguimos las estaciones
en un juego de explotación
mientras el agua de lluvia
cambia de sabor.
El conocimiento
una puerta de acero,
entreabierta pero distante
y el poder,
una llave de oro oxidado
que oculta el olvido
que oculta los límites.
Como el agua de la montaña
Creemos
que los espejos de la ciudad
nos devuelven lo que somos.
y lo que vemos es real
pero solo es papel
de un libro
que las tormentas
han dejado las hojas
en blanco
mientras una oración
como nieve
cubre el horizonte.