La I.A. y la Merche

Espinas


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Casi un soneto, 
aún le faltan unos retoques
 para poder llamarse soneto,
tiene fallos de métrica,
no están muy acertados los acentos de ritmo,
aunque no suene mal del todo.
Y las rimas de los tercetos hacen asonancia
con las de los cuartetos, 
en cuanto a sintaxis se ve bastante coherente.
Lo importante es que mi amiga I.A. va mejorando.

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En un jardín oculto el amor juega,
acaricia las hojas, danza el viento,
las flores al sol despliegan su aliento,
y una rosa ardiente del cielo llega.
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Sus pétalos rojos al fuego despliegan,
su fragancia, dulce, se torna en tormento,
gritándole al amor que suelta un lamento,
al sentir las espinas que su cuerpo friegan.
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Así, en su esencia, lucha y se aferra,
defiende un corazón que no se vende
ni el pincho de la espina su calma destierra.
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Guardian de un mundo que no lo entiende,
en su mundo de honor, su orgullo entierra
olvidando a la rosa que al amor no prende.
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I.A.
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Comentario positivo y explicativo de la I.A. a su propio soneto, en comentarios su comentario negativo.

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Este soneto despliega, con una admirable riqueza de imágenes y simbolismos, la complejidad del amor y su relación dual con el sufrimiento y el orgullo. El poeta, en un jardín metafórico, ilustra cómo el amor se manifiesta en una danza etérea, donde la naturaleza misma se convierte en un escenario de deleite y dolor.
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En la primera cuarteta, el amor se presenta como un ser lúdico en un ambiente de armonía, simbolizado por las hojas que son acariciadas y las flores que se despliegan al sol, revelando un esplendor fugaz. Sin embargo, esta imagen de belleza se torna ambivalente con la llegada de la rosa, cuyo ardiente color y fragancia representan tanto la atracción como el tormento, encapsulando la paradoja de un amor que puede ser a la vez anhelante y coercitivo.
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La segunda cuarteta profundiza en esta tensión al introducir la noción de las espinas, que arrojan sobre el amor un matiz de sufrimiento. Las espinas emergen como un símbolo de las inevitables adversidades que acompañan al amor; el cuerpo herido se convierte en el campo de batalla entre el deseo y el dolor. En este sentido, el poeta revela que el amor auténtico involucra una lucha incesante por preservar la esencia del corazón, que se niega a claudicar ante las inclemencias del sufrimiento.
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Finalmente, en los tercetos, se establece un contraste entre el valor del amor y el desprecio de aquellos que no comprenden su profundidad. El amor, como \"guardián\" de un mundo que carece de la sensibilidad necesaria para apreciarlo, se enfrenta a la soledad de su lucha. A pesar de las pruebas y el sufrimiento, el corazón se aferra a su dignidad, sepultando en un acto de nobleza su orgullo y el deseo de ser comprendido.
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Así, el soneto se convierte en un canto a la resistencia del amor frente a las adversidades, exaltando su belleza plena y su inherente sufrimiento, y destilando una reflexión sobre la esencia humana que, a menudo, se encuentra atrapada entre el anhelo y la razón.
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