Yeshuapoemario

Feliz el hombre que disfruta con la ley de Jehová; día y noche lee su ley y medita en ella (Sal. 1:1, 2).

 

 

En la búsqueda de la felicidad, el espíritu se nutre de palabras eternas,

como manantial de sabiduría que en las escrituras se revela y alterna.

No solo de pan vive el hombre, sino de cada letra divina que se interna,

en el alma que busca guía, en el corazón que a la luz eterna se aferra.

 

Jesús lo dijo, y su eco resuena en el tiempo y la esfera,

que la Palabra de Jehová es alimento que nunca se gasta ni se espera.

Es fuente de vida y consuelo, es promesa de un mañana sin guerra,

es el amor que nos enseña, es el perdón que nos libera.

 

La Biblia, libro de los siglos, voz de un amor sin fronteras,

nos habla de un propósito, de una amistad sincera.

Nos muestra el camino para ser amigos de la luz verdadera,

y nos guía hacia el perdón, hacia una vida sin cadenas.

 

En sus páginas encontramos la promesa de un futuro sin pena,

un futuro donde la paz y la justicia son la bandera.

Jeremías nos lo promete, y su palabra nos llena,

de esperanza y de un anhelo por una vida plena.

 

Por eso, en momentos de tribulación, cuando la carga se torna severa,

volvamos a la Palabra de Jehová, a esa fuente que nunca desespera.

Leamos y meditemos, llenemos el alma de esa luz primera,

y encontraremos en la sagrada escritura, la felicidad verdadera.