Caminando de su mano me sentía ligero, ella con su tonada alegraba la noche, ella con su mano me transmitía los pulsos de su cuerpo, su cuerpo formado ¡de arena! Átomos de arena que según había presenciado podía expandir o retraer a voluntad, átomos que formaban un organismo indescifrable para mi, para la ciencia que yo conocía y tenía el privilegio de descubrir llevándome a no sé dónde y sin que me importara, su lenguaje musical acariciaba mis oídos, en algún momento me sentí envuelto por ella, como cuando se presentó al verme en peligro, es decir, me vi envuelto en su torbellino, levantándome mientras yo cerraba los ojos dejándome llevar por sus giros, sentía sus átomos rozando mi piel sin lastimarla, como si estuviera en un mar de arena, pero sin asfixiarme, sin marearme y a pesar de mis ojos cerrados podía ver fractales de diversos colores y formas que se abrían y cerraban como si me encontrara yo adentro de un mandala en movimiento; ni el licor ni la droga que alguna vez por curiosidad había probado me causaron tal efecto y mi deseo ferviente era que su torbellino no se detuviera, pero lo hizo, en algún momento lo hizo y me vi depositado en algún punto del desierto, frente a la entrada de una cueva de donde emergió una anciana vestida con una falda larga y una sencilla blusa de algodón bordada con flores, la mujer de arena la envolvió con lo que supuse era una caricia, entonces la anciana habló:
-Rutilio Juárez García ¡cómo has crecido!
-¿Usted me conoce? -Contesté sorprendido
-Por supuesto, tú y tus primos eran unos pingos
-Yo a usted no la recuerdo
-Es normal, apenas gateabas cuando me alejé del pueblo
-¿Quién es usted?¿por qué me trajo aquí…?
-Mechabili es su nombre, en lengua yaqui significa luna llena, mira, es una larga historia, tú no me conociste porque debí dejar el pueblo para poder hacerme cargo de ella; de mi casa salían ruidos a cualquier hora, música sin tener yo instrumentos, la gente tuvo temor, me consideraban bruja así que me fui a vivir al desierto con Mechabili y no me arrepiento, fallecido mi esposo y sin hijos propios nada me retenía. Pero quita esa cara, has llegado hasta aquí por algo más que simple curiosidad ¿no?
-Es que… es tan increíble
-Estaba buscando ramas en el desierto cuando una tormenta de arena me sorprendió, solo atiné a refugiarme en una cueva, seguro tu abuelo te habrá contado de ella, fue una tarde, parecía que viento estaba arrastrando las dunas para enterrar el pueblo, el aire era violento, rugía como si fuera un monstruo herido, el cielo se había oscurecido, nada se veía, y yo en mi cueva rezando hasta que por fin poco a poco volvió la calma, al salir de la cueva la luna llena se alzaba con un color dorado, fue entonces cuando descubrí que entre la arena algo se movía, pensando que se trataba de un cachorro de coyote, una lechuza u otro animal intenté desenterrarlo, pero solo encontré una masa brillante pugnando por tomar forma, hacía un sonido peculiar, como notas que salen de una flauta, era ligera y no se desbarataba, me quedé mirándola sin saber que hacer, hasta que adquirió el aspecto de una niña, me quedé perpleja y más aún cuando empezó a moverse por aquí y por allá, como desorientada, buscando, luego se me acercó y se acurrucó a mis pies, se sentía tibia y palpitaba como si fuese humana, pero no, no lo era, estuve ahí parada un buen rato, tratando de entender de qué se trataba pero fue inútil, tomé mi leña y emprendí el regreso con Mechabili siguiéndome, con el tiempo deduje que la tormenta la había arrastrado desde algún punto desconocido a nuestro pueblo y al verse sola se aferró a mi; era de noche y como vivía en las afueras nadie me vio entrar con ella, al otro día tenía miedo ¿qué iba a decir cuando la vieran conmigo? Para mi sorpresa Mechabili es invisible a la luz del sol, pero su presencia podía percibirse, la gente me veía hablar aparentemente sola, a la sombra veían una figura dorada seguirme, y entonces comenzaron a murmurar, a evadirme, hasta que me decidí irme para no volver; con el tiempo logré descifrar su lenguaje, ella me ayudó desde mi destierro voluntario a encontrar agua, cobijo y me protege, es una buena hija.
-¿Usted entiende su lenguaje?¿Podría yo hacerlo?
-Podrás, cuando Mechabili supo cómo es la gente en el pueblo se acercaba sin que la notaran y le llamó la atención tu sensibilidad, pero siempre estabas acompañado, no se podía acercar, sin embargo has regresado y guardarás el secreto de su existencia ¿verdad?
-Pensarían que estoy chiflado, pero no pienso revelarlo.
-Tengo entendido que doña Esther se encuentra muy enferma, debes regresar antes del amanecer, mientras permanezcas en el pueblo podrás venir a visitarnos
-Tenga por seguro que vendré
Entonces Mechabili me envolvió nuevamente en su torbellino y supe que era su forma de abrazar, no era humana, pero era real, no una invención de mi mente, mi mente afiebrada al sentir su cuerpo y sus notas, creí esa primera vez escuchar mi nombre pronunciado larga y melodiosamente, estaba amaneciendo cuando me vi a las afueras del pueblo, acostado y cubierto de arena, recibí algunas miradas inquisitivas de camino a mi casa, al entrar Mirta continuaba en la habitación de mi tía por lo cual no se percató de mi llegada, me acosté y desperté hasta el mediodía.
Los días continuaron igual, pero en las noches vivía mi fantasía, me sentía como un adolescente escapando por la ventana para irme de juerga, y de cierta forma era así, me emborrachaba los sentidos al elevarme con Mechabili a través del desierto, sus átomos de arena sosteniendo mi cuerpo sin esfuerzo, elevándonos sobre las dunas, los cactus, los mezquites, descubrir las lechuzas en vuelo, los coyotes aullando, las serpientes dibujando surcos al reptar, disfrutaba los maravillosos fractales al calor de su cuerpo que me afiebraba sin quemarme, el sonido agudo y entrecortado de su voz que me describía tantas cosas apenas aprendí a descifrarlo.
-¿ Cómo es tu hogar?
-Igual a éste, pero más colorido, como los fractales que vez al cerrar los ojos, todo esto tiene esas formas: las plumas de la lechuza, los diseños en las escamas de las serpientes y las iguanas, los ojos de las tarántulas, la espinas de los cactus, las flores del nopal…
-¿Qué me viste?¿por qué a mi?
-Tú no te asustas y puedes ver lo que yo veo
-Sentí pavor cuando me salvaste de los criminales la primera vez que te seguí
-Esos se sienten confiados cuando andan juntos y armados, pero si estuvieran solos como tú estabas cualquier ruido los espantaría y correrían desesperados como liebres
-¿Hay más como tú?
-Somos formas, sin edad ni género, yo he adoptado la figura humana porque mi primer contacto al llegar fue con madre, soy solo arena, diferente a la que conoces, pero arena, tengo órganos pero no funcionan como los de ustedes, ella me ha enseñado lo que conoce pero sé que hay más y también sé que ni ustedes humanos ni yo somos capaces de abarcar todo el conocimiento que existe en nuestros mundos
-Eres una forma muy hermosa, me encanta ver tu cabello y tus velos al girar
-Me gustaba verte de niño, con tus primos, escondiéndote después de las travesuras, tan callado que parecías
-En realidad yo sólo era el autor intelectual, ellos hacían el trabajo sucio
-Me gusta poder comunicarme contigo
-Pensé que sería más difícil
-Son las imágenes que transmites en palabras según tu entendimiento
-Contigo me siento en otro mundo
-Los mundos son infinitos, como granos de arena
-Tal vez, pero yo preferiría siempre el tuyo
-Puedo adquirir cualquier forma, hasta te podría espantar
-No me importa morir fulminado de un infarto si eres tú quien lo provoca
-Eres tan diferente a los que he visto... tan soñador
-Tú me haces soñar en ésta vastedad que he aprendido a apreciar plenamente gracias a ti
-Nuestros tiempos son diferentes
-Quiero pasarlo contigo ¿me permites tocarte?
Su temperatura se elevaba al hacerlo, como la roca que ha recibido el sol todo el día, sus átomos internos vibraban aceleradamente, yo le acariciaba el rostro, delineaba sus labios, hacía tirabuzones son las hebras de su cabello, mi mano resbalaba por sus pechos firmes, por sus caderas, sus muslos hasta sus pantorrillas, una \"forma\" que respondía a mis caricias, una \"forma\" que deleitaba mi tacto, suprimía mi respiración y me causaba punzadas en el el vientre, hasta esos momentos me percaté de que poseía aroma, aroma a mineral o quizás me lo imaginaba, me imaginaba diminutos cristales de cuarzo rosa, amatista o fluorita, que le hacían cambiar de color con cada recorrido de mis manos.
Otras veces la contemplaba bailando, exhibiendo su cuerpo sinuoso al compás de alguna música que solo ella escuchaba, otras uníamos frente con frente en silencio sintiendo ella las pulsaciones de mis venas y yo el tamborileo de algo que debía ser su corazón, lo que sea que se moviera dentro de ella me transmitía paz y confianza.
Pero mis gozos nocturnos se empañaron al cabo de un mes debido al fallecimiento de mi tía, y mis visitas se vieron interrumpidas, moría de ganas por estar cerca de Mechabili, pero mi deber era estar con los míos, el velorio fue breve y acompañé con sincero pesar a la familia, durante los rezos y el cortejo hacia el cementerio, la mujer que me había recibido como un hijo más por fin descansaba, mis experiencias en el desierto habían colmado el vacío que sentía durante la estancia en el pueblo, llevándome a un mundo de sensaciones desconocidas y aficionándome a ellas, ahora podía dejar echar todo por la borda y vivir en el desierto como la madre de Mechabili si así lo deseaba.