Miguel Ángel Miguélez

Por los soportales de La Ferrería

 

 

 

 

Por los soportales

de la ferrería

habitan las sombras

cuando muere el día.

Una aleve luz

sepulcral, tranquila,

un sonido breve,

una gran sonrisa

como el rocanrol

verde de la esquina,

donde aquel cubata

negro de la ría

que bebe el pez muerto,

cerca de la herida

abierta del tiempo

en la oscura rima.

Calles de sabugo

y a seguir el cisma

de la comunión

de la papelina,

donde va el dragón

dulce de esa espina

azul de ciudad

pequeña, la villa

del adelantado,

donde fuiste en ruinas

esa redención

de palomas líquidas

en un vuelo oblicuo

al cruzar las vías

del ferrocarril

de las sucias tripas

del anochecer;

cuando bendecidas

en asfalto y sangre,

en formol y sidra

al fugaz celaje,

cruzaron la línea

frágil del ayer

a ese sueño en trizas

de un presente en veda

de melancolías

que otra vez regresan 

para tu desdicha,

para comprender

que al final, la vida,

es jamás volver.