Para ser verdugo se necesita formación,
para ser validador de colchones
es preciso un curso previo de descanso práctico,
incluso para hacer movimientos circulares
con la culebra en despedidas de solteras
se precisa un duro aprendizaje
para que no se maree la culebra.
Solo a los poetas se nos ocurre ponernos
a trabajar sin previo adiestramiento,
y como un podenco que al ver un conejo
lo sigue, y lo sigue, y lo sigue,
y cuando cree tenerlo atrapado entre las fauces,
se asombra de ser él la presa
de una metáfora orejuda
mientras el pellejo se le escapa
brincando entre realidades,
nadie debería ponerse a escribir
y menos a leer poesía sin tener puesto el casco,
chaleco reflectante y botas de seguridad.
En este maravilloso Matrix poético,
solo la muerte parece irresoluble
y las estrellas parecen brillar.
Lo demás escapa al imaginario
bioastronómico y el que intente
comprender la razón de su \"porqué\"
y hacer cábalas sobre su \"cómo\",
se verá enjaulado en un bucle
de formas caprichosas
y significados escurridizos.
A
no
haber
pan, torta
amasaremos
con manos ajenas.
Si en lugar de un poema,
crees leer un misil dirigido
al objetivo concienzudo, ponte
a cubierto antes de que la paz
se atreva a llevarle la contraria.
Taladrando los grisáceos aires,
raudo llega preñado de muerte
y nadie querrá cortarle las alas.
Subestimar al amor sin sujetarle
primero los cuernos, es parecido
a darle al dolor autorización para
el levantamiento de nuestro cadáver
en autodiligencia a título póstumo.
Debe firmar usted aquí su muerte,
nos apremiará el burócrata antes
de darle un desgarrador pésame
a nuestros acreedores indirectos.
¡Ay! ¡ay! ¡ay! Y ahora a quién
le cobraré la deuda;
Sonará como
Un eco
Aún
Más lastimoso
Que el de la propia viuda
En el tanatorio de la usura muerta.
Para quien crea que está todo escrito,
que no se pierda el próximo capítulo,
donde se cuentan las increíbles
aventuras de Don Quijote
en territorio liliputiense.