Añoro el habla sencilla,
de mi gente de los campos,
que al oído son delicias.
Oh, ese encanto del campo,
esa música del alma,
que eleva el espíritu y calma.
Las voces rústicas y puras,
los ecos de la llanura,
me traen paz y hermosura.
Añoro esa lengua sincera,
esa poesía cimera,
que brota de la pradera.
Vida, regresa a esos lugares,
donde reina la quietud,
y florecen los cantares.
Oh, ese hablar sencillo,
de la gente de los campos,
para el oído, estribillos
y para el alma, encanto!
La forma de hablar de la gente del campo es un canto a la vida sencilla y auténtica, donde cada palabra está impregnada de la sabiduría de generaciones. Las conversaciones fluyen naturales, llenas de modismos y refranes que reflejan su relación íntima con la tierra. En los cantos, se escuchan historias de cosechas y estaciones, de amores perdidos y alegrías compartidas, evocando un sentido de comunidad y pertenencia. La musicalidad de su lenguaje, a menudo entrelazada con el murmullo del viento y el canto de las aves, crea una atmósfera donde la nostalgia y la esperanza se dan la mano, celebrando la esencia de su existencia rural.
Recuerdo cuando Juan Luis Guerra visitó mi escuela de campo buscando inspiración y contacto con la realidad para esta bachata rosa donde incluye palabras del Creole del Creole hablado por los vecinos Haitianos.Este artista mantiene la sencillez de la vida del campo a pesar de su fama mundial