En las callejuelas afanadas de la acalambrada espera,
oímos achantados, sin ver las caras conocidas,
rostros perdidos entre golpes y berrinches,
bajo el vocerrón de una puerta que nunca se calla.
Arrinconados, atrapamos charcos con miedos
de ruda y manzanilla, viejos potes de almíbar
guardan la esencia de lo que fue, como anzuelo,
mientras esperamos renacer de los escombros.
¿Estás bien, corazón, sin aire arisco?
con la filosofía del amor consumiendo rosquillas,
cada piragua, cada cincho no recordado,
la falta de una piel aún por descubrir su chiflido.
Con cada leña indecisa, que daño no sustenta,
una butaca traza líneas torcidas,
caminos que bifurcan hacia lo desconocido,
buscando ese refugio preciso, aún no rendido.
Erramos en el oficio de revivir, mezclando
marimbas y las voces morfológicas,
en el fondo de la memoria famélica, donde
la noche se convierte en el refugio del mundo.