Ricardo M. Castillo Téllez

Sueño sin orillas

Ando por el mundo como un desvelado,
agobiado de insomnio y repetidas auroras;
expulsado a una funesta resaca después de la fiesta;
cansado y doliente de ejercicios no hechos.

Sólo sé que he olvidado todo.
¡Que he sido arrojado a esta quimera!
Quizá desperté muy temprano,
tomé un baño y calenté agua para un café,
cerré la puerta y eché llave,
cerré el portón y puse el cerrojo;
y luego deambulé hasta llegar a este sueño sin orillas,
¡o tal vez aún no despierto!, ¿qué importa? 

Regresemos por el mismo camino de la vigilia,
quitemos el cerrojo y abramos el portón,
busquemos la llave en nuestros bolsillos
y abramos la casa y sus ventanas,
colguemos ahí nuestra fatiga para que se ventile.

Abrir todo lo que está cerrado,
desatar todo lo atado.
Pero no tratar de hacer un juicio sobre la extrañeza.
Habitar el misterioso desamparo de las preguntas
y el sopor del centinela que ahora somos.

Recorrer la morada como un extraño,
andar como el viento,
como la luz;
pero, sobre todo, 
dejar de ser una sombra.

Managua, 7 de junio de 2024.