Pocas veces he de sentirme
con algo de ganas de tocar,
tocar esa paz y tranquilidad.
Esa paz escondida
entre el sollozar del alma,
que angustiada
deja sin calma al alba.
Esa tranquilidad del no saber,
de encontrarse a uno mismo
lejos de dolorosas realidades
y de las penas que les guarda.
Esa plenitud de una felicidad
que lamentablemente
es de no su existencia,
como también inalcanzable.
Esos recuerdos y olvidos
que alguien sensible,
susceptible a lo mundano,
deja lágrimas de silencio
en el cofre de lo que
alguna vez fue.