Marte, el espejo rojo de nuestra ambición,
refleja la sombra de una civilización en declive.
Sueños de escape, de un nuevo comienzo,
pero llevamos con nosotros las semillas
de nuestra propia destrucción.
En sus paisajes áridos, vemos nuestro futuro,
un recordatorio de lo que dejamos atrás.
La Tierra, agotada y herida, llora en silencio,
mientras buscamos en Marte, una esperanza vacía.
En Marte, construimos ciudades de polvo y metal,
intentando recrear lo que una vez tuvimos.
Pero en cada estructura, en cada muro levantado,
se oculta la fragilidad de nuestra existencia.
Los ríos secos de Marte, como nuestras esperanzas,
fluyen invisibles, bajo un cielo sin vida.
Buscamos en sus rocas, vestigios de un pasado,
mientras ignoramos las lecciones
de nuestro propio planeta.
La atmósfera delgada, apenas un murmullo,
nos recuerda lo que hemos perdido.
En la búsqueda de nuevos mundos,
olvidamos cuidar,
el único hogar que alguna vez conocimos.