EL ECO DEL LLANTO
En la penumbra suave del adobe y tejado,
mi madre murmura en voz quebrada,
un río de lágrimas sobre su ala cargado,
yo, un niño perdido en su mirada.
¿Por qué lloras, mamá? le pregunté,
cuando su rostro al viento se abrió,
era un suspiro de noches que pasé,
un misterio que en mi alma sembró.
La pena parecía un verso sin eje,
veía caer estrellas en su mejilla,
un canto dulce que el viento recoge,
una historia que el tiempo atestigua.
Aferrado a historias de abuelo y abuela,
en sus cuentos buscaba mi origen,
en sombras de dudas, la verdad se revela,
entre sus brazos se cierra el cerrojo.
Tal vez es mi padre, un héroe desconocido,
un espectro en los rincones de su memoria,
una verdad que ha sido por siempre herido,
fragmentos eternos de nuestra historia.
Corazón Bardo ©