alupego (Ángel L. Pérez)

LA LUZ.

LA LUZ.

Calma, calma, calma.
Susurra al oído,
con tibia templanza.

Su voz es tan suave,
que invita al descanso.
Y el viento es tan cálido.
Que el rostro transluce,
su efecto de bálsamo.

No avanza el que medra.
Ni sueña el que ignora.
El tiempo es tan corto,
cuando falta el aire.
Y se hace tan largo,
cuando aprieta el hambre.

El aire viciado,
penetra en el ánimo.
Y como una losa,
lastra cada paso.
La Tierra convulsa,
responde al ataque.
Zarpazos de ira,
rompiendo el paisaje.

Se ha quedado solo.
Pensando, en el valle.
La calma es tan grande,
que hasta los gorriones,
detiene su canto.
Plegando sus plumas.
Sentido homenaje.

Los ríos detienen,
el agua en sus cauces.
Y el zorro sestea,
convertido en piedra.
Atento al follaje.
Una luz se acerca.
Potente y salvaje.

Veloz y atrevida,
perfora los árboles.
Traspasa los montes.
Y peina el paisaje.
Como un manto eterno,
abriga las vidas.
Arropa al que nace.
Y en bella armonía,
los cuerpos renacen.

El fuego ha cesado.
Tozuda la vida,
se abre paso a alientos.
Y en brisa de aromas,
ha tornado el viento.

Ángel L. Pérez ®
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23/09/2024