Me acostumbré a morir día tras día
a decirle al corazón que ya no puedo más,
a resignarme en esta maldita vida
donde ayer amé y de pronto hoy no puedo amar.
Fui cerrandole a mis puertas una salida
dejé que la melancolía me supiera ganar,
que mi sombra se sienta también deprimida
perdidos ambos en medio de la oscuridad.
Esta tristeza que al pasar se hizo tan mía
como pertenecen las olas solamente al mar,
a cada instante fui perdiendo mis alegrías
y mi mundo se alejó de todos los demás.
En esta pena que dentro de mí sé infinita
ignorando aún dónde podré yo de llegar,
mi realidad no puede pasar desapercibida
en este silencio donde soy solo un mortal.