Hambriento de sentidos, harto en vocabulario,
como boca parlante, presenta el escenario.
Extiende muecas, arte, trances sin calendario,
desenvaina sus luces y confiesa el vestuario.
Artistas interpretan, de otros, fortuna y muerte,
las vidas, risas, lágrimas, equilibrios de suerte.
Muestran ser herederos; estaca, rueda fuerte,
son móviles atletas de dramaturgos inertes.
Suicidios entre aplausos, pitidos con halagos,
condenan y subliman, trazan nobles amagos,
son jueces o doctores, disfrazados son magos.
Mira el espectador sus sellados estragos.
Respuestas añadidas, cargas aligeradas,
razones florecidas por rosas marchitadas,
osan y desmelenan a gentes congregadas,
en el corral del pueblo, con sillas en sus gradas.