¡Oh, estela misteriosa
que antaño posas tus palabras en mi boca
y tu energía en el movimiento de mi cuerpo!;
buscador infatigable que siempre encuentra
la novedad en el paisaje repetido;
perdedor asiduo que con tus derrotas reivindicas al vencido,
al ser de carne y huesos que se yergue sobre el infortunio
y que somos todos,
¡oh, vencedor de victorias pírricas!
Escultor del silencio y de la duda
liberadora en los hombres virtuosos,
tú que tienes la justa medida de la vid
para no sobremorir al exceso de sobriedad,
de la zozobra de las reglas y de la ciencia:
No abandones a esta sombra fatigada
que te aguarda a media luz
y en cuyas grietas se filtra a tientas la luminosidad
y la energía que es tu ímpetu,
despójame de la quietud que me confina a
intuir imprecisos los espacios y las formas,
de la idea consagrada al triunfo como causa;
de las definiciones y las certezas, ¡líbrame!
Busca en tu milenario recuerdo un minúsculo signo
de tu paso por las ramblas en este desierto
y espárcete nuevamente como
granos de arena sobre mí desolada faz.
¡Devuélveme el ánima perdida!,
el espíritu altivo de la acción y la palabra improvisada,
el gozo en el error y al ser irreverente
que debe nuevamente aprender de la modestia,
quítame la calma y dame los males necesarios
para que pueda despertar de la quietud,
anula el miedo insustancial
que me confina a la pasividad y el olvido,
al ser de blanco y negro en el que me he convertido.
Lima, 28 de noviembre de 2023.