Lucio Mendez

Romance al pinar nocturno

Ni frío ni calor, solo

noche bajo un cielo tibio.

Como un náufrago en mitad

de un océano de pinos,

me resguardo entre montañas

para encontrarme a mí mismo.

Abandono el pensamiento

y en favor de los sentidos

pongo el piloto automático

en un viaje hacia el instinto.

A lo largo de la noche,

un silencio interrumpido

por la llamada espectral

del cárabo en vuelo esquivo;

camuflado en la penumbra,

fantasmagórico aullido

rescatado por el monte

de un encantado castillo.

Bajo el templo negro chocan

delirio contra delirio

en los sueños de los duendes,

y el hechizo de los grillos

tras los sueños va dejando

inexplorados caminos.

Raíces al descubierto

por la erosión de los siglos

descansan sobre un colchón

descompuestamente vivo;

ácida cuna deshecha

donde retoñan los hijos

de padres bicentenarios

que los bañan en oxígeno.

Copas que vuelan directo

a soleados destinos,

sus raíces aferradas

a la pared del abismo,

y clavadas en las ramas,

las púas de sus cepillos

peinan al vuelo la brisa

que cae suave del risco.

Noche cargada de ensueño

entre pinos y más pinos,

antes de caer de bruces

bajo el sable matutino,

revélame tu secreto

y a ti me mantendré unido,

recordándote estrellada

hasta el último vestigio.