Tu mirada materna,
tan dulce como miel en los panales,
iluminada y tierna,
con brillo de cristales,
transforma en bienestar todos mis males.
Qué paz y qué pureza
reflejan esos ojos bondadosos;
tan llenos de nobleza
me miran orgullosos,
cubriéndome radiantes y virtuosos.
Tus ojos, madre mía,
son faros que iluminan mi camino,
son la luz en mi vía,
el albor matutino
e irradian un amor puro y genuino.