Cabalgan insolentes,
como bestias indómitas,
en el corral de mi mente,
las ideas galopantes,
cuasi cabros irrefrenables
en las parcelas de mis pensamientos.
Persistentes, recurrentes, absorbentes e insistentes,
reincidentes, irredentas e insurrectas,
indescriptibles.
Entre multitudinarias ideas,
me sumerjo encaprichadamente en una,
en la que trata precisamente de escapar de las demás,
la desproporcionada e incompatible
en medio de las otras,
entre la cordura y el deseo,
entre la razón y la pasión.
Inaudito e inédito,
así es el almacén del pensamiento,
pero más que unicentrista,
deseo ser universalista.