En el banco vacío, solitario,
aún reposa tu silueta marinera,
todavía tus historias perduran
escritas en los cortes de madera,
grabadas a lápiz y a sudor,
y a golpe de años vividos...
Un silente ejército de capitanes aguarda
ante tus ojos azules, blanca barba
y despeinada melena
que cae tímida por las comisuras de tu gorra,
habiendo capeado temporales
cuando hostiles eran los mares...
Navegando ya ahora en tu apacible vejez,
cuéntanos cuentos de miedo y de aventura,
de locura,
de cordura,
de bravura,
tal vez de valiente y gallarda rendición...
Tu silencio distante y distraído
agiganta mis versos diminutos, insignificantes para ti,
y para casi cualquiera...
Pero es a lápiz y a sudor
que arrincono tu vital testamento
en tu banco vacío y en tu corazón repleto,
y en la imaginación que me prestas.
¿Quién mide la bondad de un hombre,
si nadie, sin excepción alguna,
es desvalido hasta su muerte?
Oh capitán, tu nobleza...
Tu nobleza me jura,
a lápiz y a sudor,
que no existen los recambios,
ideales inventos
(mas inútiles y estériles)
contra la pena del absoluto adiós.
Tu timón y tu traje,
tus olas, tus playas, tus islas,
converge todo ello en la palabra amor
grabado en madera, por los siglos,
a lápiz y a sudor.
RBP (23/9/24 - 12:47)