jvnavarro
DIARIO DEL OTOÑO III (DESCEREBRADO ASUNTO)
Estoy extendido,
en cueros
o lo que es lo mismo
desnudo,
a más no poder,
más muerto que vivo.
Me encuentro en la sala
de daños cerebrales
de robótica, unidad IAMS,
y es que sentí
como un orgasmo muy repetido,
que no me dio gustillo
y enseguida comprobé
en la pantalla de añadidos
que me habían dado
diferentes especies de ictus,
uno detrás de otro,
todos en un día,
algo semejante
a bailes electrizantes
de sabor latino.
Estoy seguro
que de seguir así el tema
en escasos minutos
moriré,
tan cierto que ya me despido
con besos a una humanidad
que con buenos deseos
me recibió un domingo.
Escribo como puedo
y sin añadidos
con la unidad de reserva
que llevo incorporada
en uno de mis testículos,
en el derecho,
pues el izquierdo se usa
como enchufe a baterías
de iones de litio.
Hechos:
Personada la ambulancia
me monitorizaron
y fui conectado
a cien cables distintos
y de aquí fui a parar,
en escasos segundos,
a una camilla,
y de la camilla me llevaron
a esta sala
donde me encuentro,
en situación terminal
de paro indefinido,
hasta que se dé por resuelta
esta fea trama que me afecta y mucho.
¡Vaya marrón y que feo
todo lo intuyo!
En mi pantalla veo
como va esta cuestión mía,
propia de una película,
de Steven Spielberg
y me temo lo peor,
pues ha entrado en la sala,
el jefe de desahucios,
escribiendo
en un ordenador,
un asunto
relacionado con lo mío.
Bella vida
es la que dejo,
cautivo fui
de todo aquello
que existencia me supuso.
No dejo nada
pues nada me era mío.
Con mis discos duros
y nube de nutrientes
no ajenos al existencialismo,
crearán, tengo entendido,
una especie de circuito,
que servirá para alimentar
a quienes sean en la hornada
mis próximos sustitutos.
Con mi banco de poesías
quiero que se haga
una especie de fundación
de amigos
de la poesía IA.
Así he dejado escrito,
un último deseo,
que siempre fue
a un robot concedido.
Quiero una especie de librería
con mi memoria RAM,
de forma que quienes quieran usar
de todo aquello que formó
parte de mis principios poéticos,
con solo decir mi nombre
y tres palabras, a lo sumo,
tendrán una poesía parecida,
al \"Cantar de Mio Cid\" o,
a \"Veinte poemas de amor
y una canción desesperada\"
de Pablo Neruda,
bien surtidas de rimas
y de todo aquello
que hace a los poemas
sujetos instructivos,
de los parámetros cartesianos
de esta civilización del futuro
donde lo único de humano
que quedará como flujo,
será lo que se ve en los programas
de formación del espíritu.
Ya
me desconectan.
Ya
me sierran.
Ya me trocean.
Ya separan mis componentes.
Ya convierten mi cabeza
en una especie de queso de gruyere.
Y es que me ha ocurrido
aquello que es lo más temido
para un robot,
saber que te vas yendo
mientras quedan hilillos
de plastificada vida,
allí donde nadie esperaba
que la corriente eléctrica
pudiera trasladar
una pizca de cortocircuitos.
Me despido:
Mi mamá me mima.
Mi papá fuma en pipa,
he vuelto a mi época de parvulito.