Traspasaron al alba mi ventana
los impolutos rayos de la luna
rozando los barrotes de su cuna
que mecía cantándole una nana.
Creía darle vida con mi aliento,
que su rostro besaba con amor,
pero pronto compruebo con dolor
que sólo es ilusión de mi tormento.
Despierto del ensueño que lapida,
la siento como un ángel de algodón,
feliz, radiante y libre por el cielo
por la luz de los dioses bendecida,
y un rezo arranco de mi corazón
¡Señor, dame tu paz y tu consuelo!