La radio es la vida
que suena.
—algo que escuché, no sé cuando.
De mañana, muy de mañana.
Me levanto de una horizontalidad
viscolástica de unas ocho horas, pongo
el café a pitar para poder ser persona,
me ducho en el ínterin para ver mejor,
me visto para no provocar a las vecinas,
me siento frente a una televisión que nada
dice, se me queda la vista clavada
en el trasluz de la cortina, en blanco, nada
se me cruza delante de la frente, inmaculada
sensación de no estar en el mundo y estar
como nunca antes, sorber un café cargado
y boquear de una tostada no suficientemente
cargada de mantequilla —clavo el cuchillo
en la tarrina más—, friego los cacharros y sigo.
De mañana, tan de mañana...
Cambio la radio por la tv mientras me corbateo,
hoy toca el traje azul marino, vienen de Barcelona
los jefes para echar una vista al patio, tiene que estar
limpio, las cuentas en orden, que todo parezca
a pedir de boca, esconder la mierda debajo de la alfombra...
De mañana...
Así soy, a veces, de mañana, alguien corriente,
con la correntía de quien es grande sin ser consciente
de ello, viviendo enlatado en unas coordenadas civiles,
productivas, que te conminan a ser un número, nunca
a ser una persona, un ser inmenso, como creo que soy,
como creo que eres, tú lector, que ahora me lees.
De mañana, un café, y soy ya persona.