Criatura de voces cortas y augurios largos,
tu incesante proceder impredecible
pone los ojos del mundo sobre ti.
El mundo, testigo mudo, contempla
cómo tejes, uno a uno,
los eslabones de una interminable cadena de verdades a medias.
Ser de incontables palabras,
tus presagios son huesitos quebrados,
cadáveres olvidados al borde de carreteras desiertas.
Bajo el paso regular de los vehículos,
se deshacen lentamente
hasta que no queda nada.
Es el polvo de tus verdades lo que respiramos,
mientras los días se desvanecen
como las sombras al final del crepúsculo,
y tus palabras, inútiles,
caen al suelo, inertes,
sin encontrar eco en el abismo.