Sin mis apellidos mi nombre
no sería el mismo, tampoco
mi seudónimo.
Definirme con las palabras exactas
es una meta que no persigo: el
tiempo es una fábula reflejada
en el agua.
Del norte bajó mi linaje
para quitar soledad
a tierra sureña
entre cardos y amapolas;
y cómo no, apareció el rocío.
De esa fragua vevo mi sed
y siembro mis imperfecciones
de < ni me importa>.
No es bueno domar
aquello que te define
porque le parezca a la noche.
Amo la palabra porque de palabras
está hecha la tierra que cubre
mis raíces y envenena la muerte.
De lejanía son mis sueños,
tal vez porque cobardes son las armas;
tal vez porque la Luna sé
que nunca dice no.
Me gusta llamar sin puerta:
es mejor dejar correr al río
y que juzgue el mar,
que juzgue la reseca piedra.
Como todo lo que viene de las estrellas
a las estrellas regresará;
nunca hay fin en mis ojos,
dejaré, siempre lo he hecho, que
la lluvia caiga sin reciclaje.