Sigo bebiendo,
buscando en el licor la cura
para las heridas que dejaste,
como un pobre corazón desgarrado
que aún late al ritmo de tus recuerdos.
Cada trago es un viaje al pasado,
un beso robado en la penumbra,
cuando salíamos a escondidas,
dos adolescentes explorando el amor.
Me volví loco,
creyendo que serías mi eterno amor,
mi musa inmortal.
Pero el hilo dorado fue deshilachando,
vi cómo el brillo de tus ojos se apagaba.
Así que sigo tomando,
no para olvidarte,
sino para recordar tus bellas melodías,
las notas que me dieron ánimos
para soportar este mundo cruel.
En cada sorbo,
encuentro un eco de tus risas,
tus secretos compartidos,
y aunque el tiempo nos separó,
tu recuerdo sigue siendo mi refugio.