Yo, me considere el primer adán,
El pecador predilecto del creador supremo.
Durante algún momento, copie el paraíso,
Se lo vendí por cada sueño a algunas damas.
En cierto tiempo fuí un hacedor de cuentos,
Escondí tras los desperfectos y traumas,
Una encantadora primera imagen.
Fui un depredador con una astucia oculta.
Fui un depravado amoroso con muchas musas.
Confeccione una cara de seductor, delante de la alicaída,
Me convertí en el salvavidas que ahogaba usuarios,
Fui el seductor, quien busca la traición,
Quien bebió sus sollozos y saboreo sus caricias.
Después de una conquista cualquiera,
Me encontré solo, frente al terrible espejo.
Después de evitar apostar al amor,
Me enteré de que se trata de una inversión por dividendos.
Descubrí que cupido apostaba todo en contra de cualquiera.
Tras dicha conquista, no me quedo valor,
No encontraba sabor en ningún vientre,
No encontraba sabor en ningún labio,
Escuchaba su tenue voz en cada mujer que se desvestía.
Deje de buscar diversiones, la busque en otros brazos,
Deje de buscar canciones, su voz era la música preferida,
Deje de ser el agradable, el sensato, el que no perdía,
Se fue de mis manos al renunciar a la vida forajida.
Dicen que antes de morir, hasta de fallecer,
Antes de desvivirse el hombre debe pagar al contado los pecados,
Desde aquella conquista, me convertí en un soberbio mortal,
En un tipo diferente, tuve que odiarme a mi imagen y semejanza.
Al finalizar la transformación Kafkiana, era dulzura y amapola.
Fue entonces que tuve que apuntar al espejo,
ahorcar al deseo, destituir a la ambrosía,
Me encontré sin nada entre las manos y sin guía,
Dicen que cada hombre encuentra la esperanza en la esmeralda del cielo.
En el presente, al terminar la lucha del hombre con el deseo,
Quería de nueva cuenta probar el cielo,
Ese mismo sueño que prometía a los ángeles,
Ya converso al amor, peregrine que estaba dispuesto a mutilar al seductor.
Yo, soy hombre de una sola mujer;
sin embargo, tengo conciencia de momentos,
en donde admití del desengaño del amor,
Renegué de Sabines y abracé a Bukowski.
Y, a ratos, me olvido del amor divino,
Y, pienso en que soy esclavo,
En cada oportunidad de un beso,
Me he vendido a la mejor en el ramo,
mujer a la que no acabaré de conocer.
Hasta en tanto mi corazón se recupera,
para amar a mi soledad de domingo,
Una musa anónima hasta entonces,
En otra gloria sin nombre.
Y, sí, hago de tu recuerdo un poema. ¿Saldaré mi cuenta?
Es verdad que prometimos olvidar nuestras promesas,
pero, sí, te convierto cada beso en un verso,
¿Esta noche, tu memoria me dará tregua?
¿Quién hubiera querido que fuéramos extraños?
Esta noctámbula madrugada,
será la primera en que no he de pensar en ti.
Será la primera de las quinientas noches,
Que tus piernas no van a recorrer mi juicio.
Esta oscuridad de septiembre me ha alejado de su aroma,
Esta tiniebla de mis recuerdos, han fragmentado tu sonrisa,
Las sombras que has dejado en mi habitación han encontrado su fin en la luz de mi ser,
Sí son estos sentimientos tus últimas armas contra mi,
Han perdido sus mágicos poderes, te recuerdo, pero no me dueles.
Antes fui el seductor que traiciono,
Antes fui tu esclavo, gema del alma,
Ahora estoy tan lejos de la imagen contra la que atente,
Ahora cada vez estoy más cerca de merecer nobleza,
Cada vez estoy menos próximo a tu divino, merced.
Y, perdón por intentar traducir lo que tus labios no me han confesado con mi pobre rima de cirquero, no eres más que el vestigio del castigo divino. Tu nombre me ha dejado de saber a hierba, tus manos cada vez son menos adictivas, tu imagen es un mal recuerdo que ya no me motiva.