Lluvia, ten piedad de mí,
y empaña con tus lágrimas mi alma reseca.
Lluvia, tierna lluvia, te ruego que caigas,
como un velo de seda, suave y fresca.
A endulzar con tu aroma sus pétalos,
mi negra flor, ¿cómo estarás?
¿Dónde andarás, mi flor de melancolía?
Lluvia, te ruego que la encuentres, por favor.
Gotas claras de mirra perdida,
estruendos tenues de amores perdidos,
rayos cimbradores que iluminan mis noches,
y vibran con la fuerza de mil emociones.
Lluvia, tierna lluvia, no seas indiferente,
como la noche que me atrapa sin piedad.
Como los celajes que se alejan de mi mirada,
como las estrellas que se ocultan en su rencor.
Como niño, añoraba sentirte y escucharte,
tus pasos y murmullos en la gleba de mis andares.
Y hoy solo espero tu perdón, lluvia,
por haber olvidado tu dulce compañía.
Y sin más, te pido que no castigues a este pobre corazón,
aunque sé que se merece lo peor.
Pero si yo no te vuelvo a escuchar ni palpar,
siento que moriré. Lluvia, tierna lluvia, escúchame, por favor.