W. Eulen Kard

Araucarias

Quietud perpetua de verdores escamados
conífera silueta en luna llena.
Existencia silenciosa de tiempos sosegados
plena tú en libertad serena.

Atalayas desde el cerco enmarañado
la bruma mañanera en los techos reposada.
Testigo del ocaso fascinado
frente a las montañas, infinita tu mirada.

Ajena ante lo adverso de los días
apuntas tus deseos hacia los cielos.
La ventisca no es congoja en noches frías
y el calor no marchita tus anhelos.

Robusta, empinada, casi eterna
siempre natural aún en la sequía.
Indefensa, sin agobios, siempre tierna
del sol eres amparo con umbría.

Jovial y ufana ante los años
paraje y nido de gorriones en tus ramas.
Quien pensó plantarte en los antaños
hizo bien, aunque de él no queden canas.

Ornato hay en tus barbas blanquecinas
que descuelgas en totalidad corpórea.
No del tiempo son y así fascinas
disimulada belleza de tu tez arbórea.