He olvidado las razones.
No las necesito.
Las respuestas son como viejas putas:
aburridas,
gastadas.
Es como la montaña que se deja tocar por las nubes,
sin preguntarse por qué,
simplemente porque está ahí,
inerte, indiferente,
como yo frente al espejo.
No sé si quiero saber,
ni me importa.
Los lunes saben mejor con whisky barato,
cuando el día parece arrancar tarde
y te arrastra por las horas.
Pero, ¿qué es el tiempo?
Un perro sin dueño.
Y yo, sin reloj,
libre como un borracho sin pasado.
Escribo porque, a veces,
las palabras se abren paso como una herida.
No era lo que buscaba,
no era lo que olvidé.
Bajo mis suelas gastadas,
quedan rastros de algo quemado,
cenizas de un cigarro que ya no importa.
Y con ellas,
una historia,
que, por suerte,
nadie escuchará.