Le canto
a la verde alegría de manzanas,
que se recuesta a la sombra de tu nombre,
a la tristeza perenne,
y a los frágiles toboganes
de tus pestañas.
Le canto a tu silencio,
cálida hoguera otoñal;
a tu convicción y tus ideales;
a tu libertad,
pese a mi amor monstruoso,
le canto siempre
a tu libertad,
irreductible.
Le canto a tu cuerpo,
tu cuerpo cántaro,
tu cuerpo fuente,
tu cuerpo pan,
y a la misteriosa fuerza que te enciende.
Le canto a tus luciérnagas pupilas,
y a tus manos hambrientas,
capaces de la dulzura más infinita,
capaces de marcar el rumbo,
tus manos encallecidas
y femeninas.
Le canto a la indomable fertilidad,
que recorre tu esencia y crea vida
donde no había nada,
y en mi canto agradecido y admirado
te canto a vos
y en vos
canto a todas las mujeres,
y en las mujeres
canto a la tierra,
y en la tierra
canto a la naturaleza,
y en mi canto a la naturaleza,
le canto
a la energía
y a la fuerza,
a la alegría
y a la ternura,
a la valentía
y a la dignidad.