Fueron tantas la veces que soñamos
de amor, sus dulces velas
sintiendo que fulgía en nuestras almas
la lumbre de un poema.
Oímos tantas veces mil violines
tañendo con sus cuerdas;
las notas que adornaban nuestro idilio
cual lumínicas velas.
Vivimos resplandores de un ensueño
bordado de luciérnagas;
que dieran al romance con sus luces
de vida tierna esencia.
Cruzamos los rincones de la gloria
en mágicos cometas,
y fuimos los artífices de un canto
tejido en dulces letras.
Sentados a la sombra de esperazas
hicimos la promesa,
de hacer de nuestro amor edén eterno
repleto de azucenas.
El manto de las noches tropicales
cubría nuestra senda,
filtrándose entre cedros y laureles
la luz de las estrellas.
Mas todo aquel soñar se fue nublando
con dudas que laceran;
y un día, de repente se escaparon
nuestras bellas quimeras.
Y todos esos sueños tan gloriosos
aún en mi alma quedan;
con huella inmarcesible que atesora
esos días de fiesta.
Autor: Aníbal Rodríguez.