Te dejé allá en un parque que nunca visité,
Samanes creo era su nombre...
y aunque jamás recorrí esos verdes
de los que tanto me hablaste,
vaya que sí recorrí tu cuerpo y tus labios
en mil besos que imaginé, que soñé y anhelé
cuando me hablabas de un futuro que no iba a existir.
Dos mil novecientos noventa y nueve kilómentros
Y un océano de lágrimas que jamás pude navegar hacia ti,
un Ecuador que no conoceré,
unos ojos que ya no volveré a ver
y el eco de un amor que se ha marchitado
como las flores en aquél parque que tanto suelo recordar.
Samanes son solo siete letras,
las tuyas fueron solo cinco
y los meses que nos conocimos
no llegaron a ser ni diez,
pero vaya que dejaste una espina
en lo profundo de mi corazón...
Y con cada día que pasa pareciera
que aunque escarbe en lo más profundo
de mí,
nunca terminaré de sacarla de mí.