En la boca del poeta nació el amor al cuál lo volvió loco porque no pudo tenerte, la luz del sol nació de tus ojos, y el poeta enloquecía, su voz era la exclamación pura de un ángel, y el poeta volvía a enloquecer, su cintura bordea el aire, sus labios era el deleite del viento al chocar con estos, y nuevamente el poeta enloquecía.
Tan bella que Jesucristo hubiese deseado haber nacido en tu época. Me ocurre un momento de trance al componerte poemas, alzó vuelo y busco ángeles para que me ayuden a escribirte, el primer ángel me susurra que “cortaría sus propias alas para vivir en la tierra contigo\", el segundo ángel me grita que “tienes la piel más delicada que la de él mismo\" y yo te digo que de tú belleza imponente y titánica nace la fuerza del hombre.
Hasta los querubines te querían cómo su madre, el peso del universo lo siento yo cuando te alejas, cómo un cambiante de verano a otoño, no me des un frío final, ¡no te alejes! ¡Eres la oración del desesperado pecador! Cuando ya no estás, la noche limeña ya canta en tono gris.
Por eso en tu ausencia llora la noche, hace como una lluvia, pero son sólo lágrimas, en tu ausencia mi alma sale disparada al viento buscando tu voz que conduce al paraíso. En tu ausencia las trompetas sonaban más tristes y la respiración pesa, en tu ausencia tu recuerdo me cae como látigo, en tu ausencia los pianos y violines lloran al emitir notas que supuestamente eran de puro júbilo, van muriendo de a poco, así como me moriría yo en las texturas suaves de tus brazos que es mi muerte de oro, que es mi último viaje al cielo sin retorno, morir y verte el rostro por última vez, morir con tu nombre en la boca a medio decir y verte el rostro por última vez.