Se oculta mi secreto en los trigales
al tacto de tu mano que me amarra,
si rasgas con caricias celestiales
mi cuerpo convertido en tu guitarra.
Con cada beso surgen nuevas notas
que bailan dulce vals entre la brisa;
y a cada roce brotan tibias gotas
que elevan hasta el cielo tu sonrisa.
El trigo tan dorado como el oro,
testigo del pecado cada tarde,
al ver arder dos cuerpos sin decoro,
envuelto en sus espigas también arde.
Amor, que eres prohibido y tan ajeno,
en estos campos vuelo con tus alas
y caigo en estupor dulce y sereno,
tras esa elevación que me regalas.