El Sol y la Luna, cita sutil,
al alba azul se encuentran, se desean,
con sus fulgores juntos se pasean
durante el día que avanza febril.
Lorenzo se alza, risueño y gentil,
Catalina le acompaña despierta,
sin nubes su faz nívea resalta
junto al Sol, Ella brilla en su perfil.
Cuando coinciden sobre el horizonte,
tejen juntos días de plata y oro,
los céfiros dirigen todo el coro
de este rito de amor siempre latente.
La Luna de día su albedo entrega,
el Sol al ocaso apaga su brillo,
hasta amanecer con un gran destello,
cual beso ansiado que nunca se niega.
A la noche de nuevo se separan,
cuando el Sol bosteza para dormir;
la Luna sabe que es su sonreír
el fuerte hechizo donde ambos se amparan.