Con los gigabits de la aldaba, entre pápulas de madera, llora
el petroso ascenso de peldaños gastados en su hardware.
Tregua otorgada a su impresora matriarcal de inercias,
en marcado contraste.
El ojo tapiza el GPS examinado,
girando aún más profundo en tarabilla;
el oído captura un milisegundo en el navegador estrella.
En la tregua de un instante de energía enigmática,
se cimenta una sinergia de poder recalcado
en la fisura de veleros enfriados por su ordenador.
Es la vacilante dominancia del tiempo, con raíces
monofónicas en su PDF carnal.
¡Activa tu dominio ionosférico!
¡Engarza en una sutura pulsátil!
Entre el nervio del guardarriel y su inscripción
en el vacío de la materia desde su puerto infrarrojo,
y el infinitivo de un sueño exhausto que protege
el mermado fortín de mechas mecanizadas, queda
reducido a centinelas y murallas de mostazas,
por el recorrido ansioso de la lámpara del agua, dentro
de musculatura infinita, en software de ternura;
cada percusión es un organigrama puntual y aciago,
del USB del artilugio en un empate de circuito.