Una vida queda atrás,
una larga historia con su rostro demacrado,
sin el laberinto absurdo del ego,
que convirtió los campos en pantanos,
alimentando una realidad desfigurada,
con el pobre pensamiento de lo mío.
Un retrato mendaz que exhibe una vida impecable,
olvidando la maldad y las sombras,
ocultando las tentaciones y los desperfectos,
como si las huellas solo quedaran en caminos perfectos,
y las náuseas de los años muertos,
no traspasaran los huesos.
Porque alimentar una existencia ciega,
que coacciona la oscuridad del día,
forzando una vida constelada,
intentando cercenar las sombras,
con las sordas bellezas de la nada
como si la sangre no bullera,
y el deseo se apaciguará,
con una oración y un dogma.