Al principio cuando me dieron la noticia, sentí miedo, mucho miedo. Nunca pensé que podría sucederme a mi. La palabra cáncer no existía en mi vocabulario y tuve que aprender a descubrir un nuevo mundo. Me perdí en laberintos de confusión, atravesé ríos y montañas cómo también visité caminos con frondosos arboles y jardines de flores desconocidas. Había espinas en las rosas y hubo tinieblas en el sendero. Por momentos lloraba y en otros reía escandalosamente. Abrí los ojos y salí de mi egoísmo…observé a mi alrededor la miseria humana, la muerte quería conocerme pero no se lo permití. Estoy viva y diferente. He cambiado y a pesar que este último año desaparecí tras una cortina, seguía observando entre penumbras la vida. Hoy tengo la oportunidad de vivir cómo siempre quise, he madurado con la incertidumbre y he valorado el respirar cada día. Nunca más saldrá de mis labios un “me quiero morir”. Gracias doy a Dios por darme vida.