Amanece, que no es poco,
y la verdad, desahuciada,
va mendigando diezmada
pidiendo con brazo ñoco.
Como un retablo barroco
de trazado retorcido,
su dirección ha perdido
entre sus calles estrechas,
llenas de góticas brechas
y de un ático vencido.
Amanece, magia pura,
escondida y muy furtiva,
con amor, muy compasiva,
va la verdad insegura.
Es un verso con cesura
sin ya, sentido completo,
que no consigue respeto
por antigua y obsoleta,
como la triste careta
que vale lo que un objeto.
Amanece, dura Prima,
y con el sueño en bostezo
la verdad ya busca rezo
cantando sin voz ni rima.
Solitaria y sin estima,
muy anciana, muda y ciega,
alza manos, solo ruega
ser querida, compañía,
solo pide la utopía
que este mundo la niega.
Amanece, es alba viva,
y la verdad, la huesuda
mendicante de una ayuda,
ya amanece fugitiva.
Está en busca por nociva,
como un virus peligroso
que debe estar en reposo,
pues sus aromas pasados,
en tiempos, afortunados,
ahora huelen apestosos.
Amanece, es otro día,
nada nuevo bajo el sol,
nada nuevo en el guiñol,
de títeres de armonía.
Y la verdad, muy sombría,
cumple condena por fuero
y su testa de cordero
recibe buenos azotes
de muñecos con bigotes
y barbas de caballero.
Jhetsefany
(décimas)