Me gustaban tus ojos, no lo puedo evitar,
eran espejos dulces donde yo me iba a mirar,
qué fácil era perderme en tu mirar profundo,
como si en tu reflejo encontrara otro mundo.
Qué ironía tan fina, que en ellos brillaba,
mi propia imagen falsa, que allí se ocultaba,
me gustaba engañarme, lo admito con dolor,
pues en tus ojos tristes solo yo veía color.
¡Ay, tus ojos! Tan grandes, tan llenos de nada,
me gustaba mirarlos, aunque no dijeran nada,
eran más míos que tuyos, en ese juego cruel,
donde yo me miraba, y tú eras un papel.
Ahora que no los tengo, puedo al fin confesar,
me gustaba reflejarme, no me hacía pensar,
que detrás de esos ojos, no había más que vacío,
y yo, pobre necio, creí que allí vivía un río.
Pero ya no los miro, y mejor es así,
pues en ellos me hundía, me alejaba de mí,
qué sarcasmo amargo, ¡qué dulce era el error!,
me gustaban tus ojos... como tu amor.