Pepita de mazapán,
ojitos de caramelo,
por ti cruzo el mar sin fin,
remando en un barquito nuevo.
Lucerito de hojalata,
boquita de algodón,
te regalo la casita,
que tengo en mi corazón.
Estrellita de canela,
mejillas de calabaza,
por ti subo a la azotea,
y te bajo la luna blanca.
Clavelito colorado,
cabello de caramelo,
si me das un beso tuyo,
te regalo el mundo entero.
Muñequita de trapo,
sonrisa de chocolate,
eres más dulce que un mango,
y más linda que un paisaje.
Lucerito del alba,
carita de porcelana,
no hay en el mundo palabra,
para describir tu gracia.
Tuve le privilegio de conocer a Don Antonio, un militar austero pero un buen padre para sus hijas.Su hija Martha se casa con un cadete que el no aprobaba y la relación padre hija se distancia. Al cabo de dos años, Martha tiene una hijita llamada Olga y la llevaba a la casa paterna para que su abuela y la nieta establecieran un vinculo familiar, el abuelo se hacia el desentendido pero cuando nadie lo veía abrazaba a su nieta, luego comenzó a traer juguetes a la casa, hasta que al final pone de lado el orgullo y arregla las cosas con su hija gracias a su nieta, quien pasaba mas tiempo con los abuelos que con sus padres. La magia de ver nacer, crecer y desarrollarse a una niña, llena de ternura a padres, hermanos, tíos, abuelos y amigos. La sublime gracia de sus miradas, gestos, palabras nos recuerdan el milagro de la paternidad y dan una tibieza nueva a los corazones, un nuevo sentir.