Extrañas pinceladas de belleza
decoran un cielo privado
Se articulan las estrellas de moda
con lenguaje de ángeles.
Una turba de santos anónimos
reclaman uno por uno
el bendito líquido de tus venas
y procuras aparecer
como el genio de la virtud
el señor de la personalidad
mientras consigues instalar
cada una de las piezas de este sueño
a medias entre génesis/ocaso.
Acaso las ilusiones del romanticismo
te inducen a un suicidio heroico
o mucho mejor, a un aterrizaje forzoso, sin paracaídas
sin agujeros ni brazos femeninos
sin necesidad de penitencia ni expiaciones.
Acaso las cosas resultan redundantes en su verbalización
o abruptas como el necio choque de miradas
tan próximas en su distancia
o mejor aún, demasiado sagradas, demasiado sucias
para su revelación,
su legítima contingencia, constantemente
en el vacío del vientre
cautivo, realmente real.
Aquellos ángeles se destiñen poco a poco
se desmoronan sus promesas y cumplidos
se reabren las puertas de nuestro cielo privado
de nuestra cantina estelar.
se vacían las mentes en su envase cerebral
las luces reencuentran su noche blanca
la sangre vuelve a la herida y al corazón.
las cosas vuelven a su virginidad primigenia.
Con o sin la virtud
has de ser invocado, en carne o verbo
desde el vacío de lo puro
cada vez que las cosas persistan tautológicas
en su inexorable dibujo o escritura.
Y como todo fruto
ha de corromperse desde la semilla
y toda semilla es su propio fruto corrupto
Ahora sí, con pleno amor, puede besar a la novia.