Escribir siempre fue una vocación,
Yo no lo sabía,
Pero era un niño aquejado con el infortunio de la creatividad,
Tenía el don de imaginar todo aquello que ansiaba que ocurriese,
Mi imaginación brotaba descontrolada,
Y todos aquellos pensamientos los plasmaba con mi presumible buena ortografía en incontables cuadernos de papel.
No era Francisco de Quevedo,
ni su odiado Góngora,
No podía compararme a ningún literato de renombre,
Ni tan siquiera con ninguno de esos incautos que se autopublican hoy en día en pseudo editoriales que, a cambio de un suculento fajo de billetes,
Les doran la píldora llenandoles las orejas de embaucadores halagos,
Para que paguen por la edición de un libro que solo venderán a sus familiares y amigos.
Os lo aseguro,
Ni tan siquiera eso,
Pero escribía para liberarme,
Para no olvidar lo vivido,
Para imaginar lo que ansiaba por vivir.
En el colegio,
Aquellos terribles profesores,
Desnudos de vocación,
Mercenarios de un sueldo,
Buscaban coartar mi inquietud,
Me eduque en un sistema donde se valoraba como se escribía lo dictado,
Se desechaba valorar la creatividad de un texto imaginado.
Se premiaba recitar,
Se marginaba el pensar…
Se excluía al que no obedecía,
Y yo jamás obedecí,
Al menos, nunca ciegamente
Sin analizar la orden.
Cuando llegó la adolescencia,
Llegaron las musas,
Todo escritor por mediocre que sea siempre se beneficia de ellas,
La ilusión de los primeros amores,
El desengaño del primer amor que nunca se olvida,
Los sentimientos permanecen eternos plasmados en papel,
El amor se hace eterno cuando se escribe de él.
y entonces llega el desencanto de la edad adulta,
La rutina lentamente va matando la creatividad,
Ya no se escribe con la asiduidad de antes,
Solo queda tiempo para sobrevivir y sumarse al ganado,
Leer lo que se había soñado comienza a doler según se van cumpliendo años,
La frustración y el dolor se tornan en arte,
Y antes de que te acaben por consumir,
Transformas todas esas negativas sensación en textos que sanan tus heridas,
“Toma tu dolor y conviértelo en arte”
Dijo Meryl Streep cuando nuestra querida Princesa Leia voló por última vez a la eternidad.
Escribir no te llevará a nada,
Me decían mis padres una y otra vez,
Y en algo puede que tuvieran razón,
No he ganado dinero con ello,
No me ha excluido de ser un peón mas de este cruel juego de azar que es la sociedad,
Pero he logrado sanar heridas que parecía que jamás dejarían de sangrar.