surcando los momentos

Cae la lluvia

 
Cae la lluvia sobre la tierra herida,
susurra su canto de antiguas promesas,
como lágrimas suaves que lavan el día,
como besos de agua, caricias espesas.
 
En cada gota, un sueño se libera,
un suspiro del cielo que abraza el dolor,
la lluvia murmura con voz pasajera,
historias de amores, de penas y ardor.
 
Baila en los techos, en charcos perdidos,
dibuja caminos en el suelo empapado,
cae la lluvia en el gris de los ríos,
y en la piel de los árboles, va dejando su rastro.
 
Las nubes se abren, desbordando su llanto,
mientras el viento las mece en silencio,
y el cielo se viste de un manto mojado,
que envuelve la noche en su oscuro lamento.
 
Los cristales tiemblan bajo su paso,
como un leve latido de un corazón roto,
y el mundo parece detenerse un rato,
en el ritmo constante del cielo remoto.
 
Cae la lluvia en la tarde cansada,
y el aire se llena de un perfume añejo,
de hojas caídas, de tierra mojada,
de memorias que vuelven en cada reflejo.
 
Es un himno sutil de consuelo y partida,
un susurro de vida que no pide nada,
una danza sin fin, una voz contenida,
un poema de agua, una historia callada.
 
Cae la lluvia y se lleva los miedos,
los sueños truncados, las penas y el frío,
y en su canto sereno, tan dulce y tan quedo,
limpia los días, nos da un respiro.
 
Que llueva despacio, que lave la piel,
que calme las sombras, que inunde los pies,
porque en cada gota que cae sin fe,
hay un nuevo comienzo, un volver a nacer.
 
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