El mundo es un uroboro
Abyecto, codicioso
Sediento del oro pestilente
que emerge del dolor y las entrañas
Cauce convertido en espuma
Cantos que solo son recuerdos en la gélida lluvia.
Verde es el frío de la roca
Marfil y cenizas sucumben en el ocaso
Una Tierra a merced de los despiadados
Fuego que apaga latidos inocentes
Fe que se diluye en los resquicios del olvido.
¿Quién habrá de juzgarnos, si no habrá justicia
En estos parajes desolados y rojizos?
¿Quién osará a promulgar la última palabra
En estos tiempos absurdos que se tragan a sí mismos?