Le añado a la vida mi desdén,
no querer saber nada del santo querer,
no quiero saber nada del amor,
déjenme ser cotidiana,
olvidarme de todo en la alborada.
Un día cualquiera,
conocí esos ojos,
cambiantes como caleidoscopio,
profundos como el cielo más precioso.
No sé qué pensaría,
quizás vergüenza,
quizás risa,
mas no dijo ni una palabrita.
Me prestaría atención más de lo habitual,
yo no me habría de fijar,
cuénteme, joven con ojos color cielo,
¿Qué pasa por su cerebro?
¿Qué habré de contarle?,
¿Por qué he de gustarle?,
¿Por qué ha de pensarme?,
No quiera idealizarme.
Sol.